Blog do Mario Magalhaes

O ritual da despedida e a dor do luto como matéria-prima literária

Mário Magalhães

blog - leila guerriero era uma vez o fim

Ilustração de Fernando Vicente – Reprodução do jornal ''El País''

 

Um soco no estômago, um chute nos ovos, um punch na alma _ilustremos com a imagem a gosto, é disso que trata um soberbo ensaio-reportagem publicado na edição mais recente do ''Babelia'', suplemento literário semanal do diário espanhol ''El País''.

A jornalista e escritora argentina Leila Guerriero, um fulgor de talento, inventariou novos e antigos livros em que os autores narram suas vidas com pessoas que amavam. Iluminam _ou ensombrecem_ sobretudo a reta final de quem partiu.

São reminiscências de quem transformou o ritual da despedida em matéria-prima de literatura, a dor do luto em arte.

O mergulho de Leila na prosa composta de cacos da memória e do coração se intitula ''Era uma vez o fim''.

Pena, mas não o encontrei traduzido na Edição Brasil do ''El País''.

Com vocês, Leila Guerriero:

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Érase una vez el fin

Escritos dos meses después, o dos años más tarde, o al pie de la cama donde yace la carne querida. Amparados en la piedad de las elipsis, o repletos de detalles drenados al recuerdo. Bajo la forma de diarios, de epístolas, de canciones de cuna con ardiente error de paralaje. Erizados de esquirlas de un incendio que no cesa. Hijos de un género al que nadie querría dedicarse. Libros. Libros que cuentan el fin (la muerte del padre, el tormento del hijo, la agonía tapizada de metotrexato) y que, para contar el fin, deben empezar por el principio. Y, para empezar por el principio, hay que recordar.

Y recordar duele.

“Tu hijo ha muerto y debes empacar una maleta para viajar hasta donde te espera su cadáver. Y lo haces. Alguien te ayuda, dice un pantalón negro, dice es mejor meter los zapatos en una bolsa”, escribe la colombiana Piedad Bonnett en Lo que no tiene nombre (Alfaguara).

“Me sigo preguntando cómo se escribe eso”, dice Piedad Bonnett desde su casa en Bogotá. “Por momentos me digo: ‘¿Qué ser humano soy yo, que soy capaz de eso?’. Cuando tuve la idea de escribir este libro me escandalicé, me aterroricé. ¿Cómo puede ser que a los dos meses de la muerte de Dani yo estuviera pensando en escribir esto?”.

Lo que no tiene nombre empieza con una escena inocente: Bonnett, sus hijas y su marido entran a un departamento en el que parecen haber estado antes. En la segunda página, Bonnett escribe: “Me pregunto qué sucedió aquí en los últimos veinte minutos de vida de Daniel”. Dos párrafos después, una pareja de vecinos pregunta si son parientes del estudiante que se mató ayer. Y así, de una manera lateral, el lector entiende que la autora está en el departamento de su hijo, y que su hijo se ha suicidado. Más adelante, Bonnett describe la conversación con una funcionaria que chequea datos para proceder a la donación de los órganos:

—La piel de la espalda.

—Sí.

—Los huesos de las piernas.

—Sí.

“Y Daniel, mi hijo entrañable, el muchacho de labios carnosos y piel bronceada, se fue deshaciendo con cada palabra mía”.

“Lloré muchas veces mientras escribía esa escena. Y dudé: ¿debo escribir esto? Pero yo creo que la vida es física, y era tan contundente ese despedazamiento. Mientras escribía, tuve que tomar miles de pequeñas decisiones narrativas, y esa fue mi salvación”.

Para ler a íntegra, basta clicar aqui.